Redes sociales como Instagram, TikTok y Snapchat se han convertido en el espejo moderno de millones de adolescentes. Pero lo que ven no es siempre real: filtros que afinan la nariz, aumentan labios, borran ojeras y hacen milagros en segundos están normalizando estándares de belleza irrealistas e inalcanzables. El problema es que muchos jóvenes están buscando esa perfección… con jeringas reales.
En 2025, dermatólogos y psicólogos coinciden: la demanda de procedimientos estéticos por parte de menores de edad ha aumentado notablemente. Rellenos labiales, rinomodelaciones y hasta hilos tensores son solicitados por chicas de 14 o 15 años. ¿La razón? “Quiero verme como la influencer que sigo”, “me comparan en la escuela”, o “no me gusta mi cara en las selfies”.
Pero este fenómeno tiene consecuencias graves. La dermatóloga Paloma Borregón ha hecho un llamado urgente: los tratamientos estéticos deben hacerse solo con criterio médico ético, no por presión social. Además, el rostro adolescente todavía está en desarrollo: intervenirlo puede traer deformaciones, complicaciones o cicatrices emocionales.
En lugar de inyecciones, Borregón propone algo más poderoso: una rutina de cuidado básica, constante y amorosa. Limpiar, aplicar antioxidantes como la vitamina C, hidratarse y protegerse del sol es más transformador (y saludable) que cualquier bisturí. Y, lo más importante: trabajar la aceptación personal desde temprana edad, con el acompañamiento adecuado.
Muchas celebridades han comenzado a alzar la voz al respecto. Millie Bobby Brown, por ejemplo, ha lanzado una línea de skincare para adolescentes que promueve el cuidado sin necesidad de transformar el rostro. Y cantantes como Billie Eilish y Olivia Rodrigo han hablado abiertamente de sus inseguridades, alentando a sus fans a aceptarse sin filtros.
Afortunadamente, también crecen los espacios de contención emocional: talleres en escuelas, contenidos educativos en TikTok y series que abordan el impacto psicológico de la imagen digital, como la nueva temporada de Euphoria, que toca este tema desde la raíz.
Ser adolescente ya es bastante complejo. Sumémosle filtros, comparaciones y estándares imposibles, y tenemos una receta para el colapso emocional. Es momento de hablar más, acompañar mejor y redefinir la belleza como algo que no necesita bisturí, sino empatía.