De la calle a la pasarela
Hace una década, imaginar a un reggaetonero en la portada de Vogue era tan improbable como ver a Karl Lagerfeld bailando perreo. Pero hoy, la moda ya no se mueve desde París, sino desde Puerto Rico, Medellín y Barcelona, y sus embajadores llevan cadenas de oro, uñas kilométricas y flow para exportar.
Lo que comenzó como una subcultura contestataria, hoy domina campañas de lujo, colaboraciones multimillonarias y front rows en las semanas de la moda más exclusivas. ¿Qué cambió? ¿Por qué las marcas están apostando por artistas urbanos como los nuevos íconos del estilo?
Esta nota lo analiza: con nombres, cifras, referencias culturales y una buena dosis de glitter callejero.
Las marcas de lujo se rinden ante el beat urbano
El cambio no fue casual. Marcas como Louis Vuitton, Balenciaga y Gucci entendieron que para mantenerse relevantes, debían dejar de hablarle solo a la élite europea. Y la música urbana —con su estética vibrante, sus letras crudas y su poder viral— ofrecía una entrada directa a la nueva generación de consumidores.
Bad Bunny es el caso más emblemático: ha desfilado para marcas, protagonizado campañas de perfumes y hasta posado en falda para el cover de Allure. Pero no es el único. Rosalía, con su fusión de flamenco y fashion futurista, es embajadora de Dior, se sentó junto a Anna Wintour en la Met Gala, y hasta protagonizó la portada de Vogue USA.
“La moda necesita voces frescas. Necesita provocación. Y los artistas urbanos la están trayendo con una autenticidad que antes no existía”, declara el estilista español Iván Gómez.
Del barrio al lujo sin perder identidad
Lo más interesante de esta fusión moda–urbano es que no se trata de adaptación, sino de apropiación. Los artistas no cambiaron para encajar en el high fashion; las marcas cambiaron para abrazar su identidad.
Por ejemplo, Karol G en los Latin Grammy 2023 desfiló en Versace, pero mantuvo sus trenzas, uñas XL y actitud rebelde. O Rauw Alejandro, que ha colaborado con Nike y usa crop tops sin pedir permiso.
Estas colaboraciones, más que fashion statements, son movimientos políticos. Son artistas racializados, latinos, queer o de clase popular que están tomando el espacio que antes les fue negado.
Además, traen consigo una estética que la industria ya no puede ignorar: desde los colores neón, los cortes urbanos, los logos gigantes hasta la mezcla de géneros y culturas en un solo outfit.
El negocio es redondo (y millonario)
Hablemos de dinero:
- La colaboración de J Balvin x Guess fue una de las más vendidas en 2021.
- Rosalía x MAC Cosmetics agotó existencias en horas.
- El perfume de Bad Bunny con Benito x Deadland se revende al doble en plataformas de lujo.
Las marcas ya no solo quieren presencia en redes; quieren conexión emocional con un nuevo público, y estos artistas ya tienen la fidelidad de millones de fans.
También hay una revolución en el consumo: los jóvenes compran más por valores que por logotipos. Si una prenda la lleva su artista favorito y representa identidad, libertad o protesta, se vende. Punto.
¿Qué sigue? El futuro del fashion urbano
El fenómeno apenas comienza. Tokischa, Young Miko, Duki, Villano Antillano, YSY A, están entrando al juego, no como invitados, sino como diseñadores, embajadores y creadores de tendencias.
Y del otro lado, marcas emergentes latinas como Rich Music, Palmier, Namilia o Hermanos Koumori están respondiendo con propuestas estéticas que mezclan cultura local y globalización.
El nuevo lujo no es discreto. Es atrevido, ruidoso y tiene acento latino.
La moda ya no es dictada por París, Milán o Nueva York: se produce en estudios de grabación, en barrios de Medellín o en TikToks virales desde Puerto Rico.
El reggaetón y sus derivados no solo suenan en las bocinas, ahora se visten, se caminan y se convierten en estilo de vida. Las marcas que no lo entendieron, ya están quedando fuera del juego.