La moda siempre ha sido una forma de expresión, pero ¿y si también fuera una herramienta de sanación? Aquí entra la teoría (no oficial, pero emocionalmente real) de que tu trauma infantil puede dictar tu estética. Si te ignoraban en la primaria, hoy usas colores neón y botas que gritan “mírame”. Si creciste con mamá controladora, hoy amas la moda “clean girl”: todo impecable, minimalista, bajo control.
Este viaje al fondo de tu closet es también un viaje interno. ¿Tu estilo es preppy porque siempre fuiste “la niña buena”? ¿Usas ropa oversized porque te hace sentir protegida? No está mal, al contrario: es una forma de contarte al mundo. Vestirse según tu herida es como hacer cosplay de tu niña interior, pero con presupuesto y estilo.
Y esto no es solo una tendencia de TikTok o un post viral de Instagram. Psicólogos como Jennifer Baumgartner han explorado cómo la forma en que nos vestimos refleja nuestras emociones, inseguridades e historia personal. No es casualidad que, tras una ruptura, te vistas más atrevida, o que después de un proceso de terapia, tu estilo se vuelva más libre y sin estructuras.
La moda, entonces, se convierte en una narrativa visual de tu proceso interno. Cada accesorio puede ser una declaración de empoderamiento, cada prenda un escudo emocional. El estilo no solo es superficie, es estrategia de sanación. Así que la próxima vez que elijas ese vestido que solo te pondrías si te sintieras segura, únicamente póntelo. Porque sanar también puede implicar fingir que ya estás bien, hasta que lo estés.