Cada vez más personas están dejando atrás los regalos costosos para apostar por detalles simbólicos: cartas escritas a mano, experiencias compartidas, álbumes de recuerdos o regalos personalizados. La Navidad se está convirtiendo en un momento para conectar, no para competir.
Esta tendencia responde al cansancio del consumismo y al deseo de vínculos más auténticos. Un regalo ya no se mide por su precio, sino por la intención que lleva detrás.

