Día de Muertos: Orígenes, evolución y la magia de las ofrendas en México

Día de Muertos: Orígenes, evolución y la magia de las ofrendas en México

Tras los festejos de Halloween el 31 de octubre, México celebra el Día de Muertos, que se extiende durante dos días. El 1° de noviembre está dedicado a los niños, conocidos como ‘muertos chiquitos’, mientras que el 2° se conmemora a los adultos. Desde la perspectiva católica, el 1° se celebra ‘Todos los Santos’ y el 2° ‘Fieles Difuntos’.

Los difuntos son recibidos por sus seres queridos a través de una ofrenda que incluye un camino de pétalos de cempasúchil, veladoras, papel picado, calaveritas de azúcar y sus platillos favoritos, elementos que han evolucionado dentro de la idiosincrasia mexicana.

¿Pero de dónde proviene esta tradición? Luis Fernando Rodríguez Lazcano, profesor del Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuenta que esta celebración tiene sus raíces en las culturas prehispánicas que habitaban Mesoamérica, mucho antes de la llegada de los españoles.

La celebración del Día de Muertos es un claro ejemplo de sincretismo entre las tradiciones autóctonas de México y las costumbres españolas. Este proceso de fusión cultural ha enriquecido la festividad a lo largo de los años.

Ritos funerarios prehispánicos

De acuerdo con el Códice Tudela, las antiguas culturas mesoamericanas realizaban rituales específicos para la disposición de los restos de sus seres queridos. Cuando alguien fallecía, se le colocaba en posición fetal, simbolizando el vientre materno. Luego, era envuelto en un petate y amarrado. Los cuerpos eran enterrados o incinerados, y después de varios días de ceremonias, eran llevados a su lugar de descanso final, donde se enterraban junto a sus pertenencias y objetos rituales.

Con el tiempo, las familias celebraban a sus difuntos anualmente, honrando su memoria con rituales que incluían ofrendas de comida y danzas frente a una figura que representaba al fallecido. Estas ofrendas eran muy diferentes a las actuales, ya que no incluían flores ni calaveras, sino alimentos y la figura del difunto.

Es importante mencionar que las festividades para honrar a los muertos en las culturas prehispánicas no se realizaban en noviembre, como sucede hoy en día. En su lugar, tenían lugar entre agosto y septiembre, con celebraciones como Miccailhuitontli y Huey Miccailhuitl, que se vinculaban con las cosechas.

La evolución de la celebración

Con la llegada de los conquistadores en 1519, se aprovechó la coincidencia de las festividades prehispánicas con las celebraciones católicas de Todos los Santos y Fieles Difuntos, estableciendo así las festividades del 1° y 2° de noviembre.

A medida que las festividades se consolidaron, las ofrendas comenzaron a incorporar nuevos elementos. A las ofrendas se añadieron flores de cempasúchil, veladoras y otros elementos traídos desde España y Oriente, como el papel picado y el pan de muerto, que simboliza los huesitos de los difuntos.

El papel picado se utilizó en otras celebraciones, mientras que el pan de muerto, creado a partir del trigo traído por los españoles, se convirtió en un símbolo esencial de la festividad, variando en forma y sabor según la región.

El artista José Guadalupe Posada popularizó la imagen de las calaveras en el ámbito cultural mexicano, que fue posteriormente reinterpretada por Diego Rivera a través de la figura de la Catrina. Las calaveras y catrinas se han convertido en elementos icónicos del Día de Muertos, inspirando dulces y decoraciones que celebran la vida y la muerte de una manera festiva y colorida.

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