Los museos inmersivos evolucionan en 2025 con exposiciones que usan sensores biométricos para adaptar la experiencia a tus emociones. Si entras triste, las luces y colores del espacio cambian para reconfortarte; si entras feliz, el arte se vuelve explosivo y vibrante. Esta mezcla de inteligencia artificial y creatividad está transformando la forma de consumir arte, haciéndola más personal e interactiva. Ciudades como Nueva York y Londres ya presumen salas donde cada visita es única e irrepetible.

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