Abres TikTok y ves a una chica bailando con una cámara Sony Handycam en mano, usando unos Levi’s talla alta, crop top de encaje y unos lentes estilo Matrix. Lo más probable es que no haya nacido cuando Keanu Reeves salvó al mundo digital… pero su look grita “Y2K” con más fuerza que cualquier revival de Friends.
¿Casualidad? No. Es el efecto boomerang de la moda. En plena era de la inmediatez, la Generación Z —y buena parte de los millennials— están rescatando prendas del pasado con una obsesión que roza lo antropológico. ¿Por qué? Porque el estilo vintage no solo viste, también cuenta historias. Y eso, en la era del storytelling digital, vale más que cualquier fast fashion.
VESTIRSE COMO TU MAMÁ, PERO COOL
Lo retro ya no es cosa de hipsters o abuelas con buen gusto. Hoy, las piezas de segunda mano se convierten en statement fashion. Las blusas de olan, los pantalones acampanados, los sacos de tweed y hasta las riñoneras noventeras son ahora objeto de culto. ¿El twist? Combinarlas con sneakers edición limitada o techwear futurista.
Este mix entre lo pasado y lo hiperconectado da pie al “chrono-style”: una tendencia donde no importa la época, sino cómo la resignificas.
Según un estudio de ThredUp, las búsquedas de ropa vintage aumentaron un 200% en plataformas como Depop y Vinted entre 2023 y 2025. Y no es solo por moda: el factor sustentabilidad pesa tanto como el look. Comprar usado es un statement ecofriendly… y también de status creativo.

EL FASHION-TOK Y EL EFECTO DE LOS MICROINFLUENCERS
TikTok fue el catalizador perfecto. En un loop infinito de “thrift hauls”, “outfit transitions” y “how I style my dad’s shirt”, el algoritmo empezó a premiar la autenticidad sobre el glamour. Ahí nació el vintage 2.0: menos Vogue, más personalidad.
Creadores como @jazzelle.z o @conkickslog han armado verdaderos imperios mostrando cómo arman sus outfits con ropa de segunda. Y no se trata solo de verse bien, sino de comunicar algo. En su mundo, cada pantalón de pana tiene historia, cada suéter desteñido tiene alma.
La moda dejó de ser aspiracional para volverse relacional: la gente quiere conectar, no impresionar.
MARCAS QUE SE SUMARON (ANTES DE QUEDARSE FUERA)
Las grandes casas de moda no tardaron en reaccionar. Gucci, con su línea Vault, empezó a revalorar piezas antiguas; Levi’s lanzó cápsulas inspiradas en sus archivos de los 70; y marcas como Diesel o Miu Miu se reinventaron con estéticas nostálgicas.
Incluso Zara y H&M han abierto secciones de “pre-loved” en algunas tiendas físicas. La moda rápida tuvo que frenar… o al menos parecer que frena.
Pero hay una tensión: mientras los jóvenes celebran lo auténtico, las marcas a veces solo lo reproducen sin alma. El verdadero vintage no se compra por tendencia, sino por conexión.
¿MODA DEL FUTURO? EL PASADO COMO CAMINO
Irónicamente, el futuro de la moda parece estar en el pasado. El vintage permite jugar con el tiempo, desafiar las normas y rediseñar la identidad. En un mundo saturado de contenido, ser tú mismo —aunque eso implique parecer salido de 1999— es una declaración poderosa.
La moda ya no es solo lo que se ve en pasarela, es lo que se vive en redes, en calles, en roperos heredados y apps de segunda mano.
¿TE VESTIRÍAS COMO TU PAPÁ EN LA PREPA?
Tal vez sí. Porque lo vintage ya no es una tendencia: es una narrativa viva que evoluciona cada vez que alguien combina una camiseta vieja con una historia nueva.

Y si no sabes por dónde empezar, busca el saco de tu abuelo. Seguro trae más estilo (y anécdotas) que cualquier outfit recién comprado.