Comer también es un acto de amor propio
¿Has pensado alguna vez que la forma en que comes dice mucho sobre cómo te tratas a ti mismx? No hablamos solo de “comer sano” o contar calorías. Hablamos de conexión. De estar presente. De usar la comida como lo que realmente es: una herramienta para cuidarte, quererte y reconectar contigo.
En esta era donde todo es “fit”, “keto”, “green” o “intermittent fasting”, a veces se nos olvida algo muy simple: comer también es emocional. Y eso no tiene nada de malo. Al contrario. Es parte de nuestra naturaleza humana. El problema es cuando comemos por ansiedad, culpa, prisa o castigo. Ahí es donde se rompe el amor propio.
Comer con prisa vs. comer con intención
¿Cuántas veces has comido frente a la compu, en el coche, parado, o sin darte cuenta siquiera de lo que estás masticando? Ese automático es más común de lo que crees. Pero detrás de eso hay un mensaje que tu cuerpo sí escucha: “no tengo tiempo para mí”.
En cambio, cuando te das el espacio para prepararte algo rico, sentarte sin distracciones y saborear de verdad… estás diciendo lo contrario: “me merezco este momento”.
El simple acto de cocinarte algo, aunque sea sencillo, es una manera de decirte: “me importo”.
Tu plato como espejo emocional
¿Alguna vez te cachaste diciendo “me porté mal” porque comiste un pan dulce? O castigándote con una ensalada aburrida porque “ayer te excediste”. Ahí es donde entra la cultura de la culpa alimentaria… y eso, lejos de ayudarte, solo te aleja de ti.
Comer no debería ser una forma de auto-castigo ni una fuente constante de culpa. Debería ser una forma de reconciliación contigo mismx.
El pan, el chocolate, los taquitos… no son “enemigos”. Son comida. Lo que marca la diferencia es la intención con la que los comes, la frecuencia, y cómo te sientes después. ¿Te diste permiso? ¿Lo disfrutaste? ¿Lo hiciste con culpa?
El amor propio también es permitirte placer sin remordimiento.
¿Cómo se ve el amor propio en tu alimentación?
- Te escuchas. Si tienes hambre, comes. Si estás llenx, paras.
- Te das permiso. No te castigas por comer algo que se te antojó.
- Te organizas. No por dieta, sino porque te gusta sentirte bien.
- Te das gusto. A veces saludable, a veces indulgente, pero siempre con amor.
- Te hablas bonito. No te insultas ni te humillas por lo que comiste.
Ritualiza tus comidas
Transformar la manera en la que comes no requiere volverte chef ni influencer de wellness. Solo necesitas presencia. Aquí unas ideas simples:
- Haz de una comida al día un ritual. Pon música, sírvete bonito, siéntate y disfruta.
- Incluye colores. Literalmente. Comida colorida = comida viva = energía que sube.
- Agradece antes de comer. Puede sonar cursi, pero funciona. Dar gracias cambia la energía.
- Prepara tu comida con intención. No importa si es huevo con frijoles o un poke bowl: hazlo con gusto.
Comer es un lenguaje de amor
Así como abrazas, escribes un mensajito, o cuidas tu cuerpo con ejercicio… comer también puede ser una forma de decirte: “me cuido porque me quiero”.
Hazlo por ti. No por encajar en un molde, no por “portarte bien”, no por tendencia. Hazlo para sentirte en paz contigo, desde dentro.
Y si hoy tu comida fue caótica, no pasa nada. Mañana puedes empezar otra vez. Porque el amor propio, como todo, también se practica.
¿Quieres que te arme una versión tipo “Reto de 5 días de comida consciente” o una guía visual para redes con estas ideas? Podemos hacerlo interactivo para que tu audiencia se enganche y lo comparta. ¿Te late?