El slow living no es una moda pasajera, es una filosofía de vida que se planta como un antídoto frente al caos digital y la velocidad con la que vivimos. Se trata de reducir la prisa, bajar el ritmo y volver a conectar con lo esencial: el presente.
Desde planear tus comidas con calma hasta tomarte una mañana para leer sin mirar el reloj, el slow living propone una vida más consciente y menos automatizada. Y no, no necesitas mudarte al bosque ni hacer yoga 3 veces al día; basta con aprender a decir “no”, priorizar tu bienestar y dejar de romantizar el “estar ocupado”.
Cada vez más personas en ciudades grandes están abrazando esta forma de vida como una forma de resistencia contra el burnout. Vivir despacio es el nuevo lujo. Y no cuesta nada.