Las nuevas generaciones no quieren escalar la empresa si eso significa sacrificar su salud mental. El famoso “work-life balance” ya no es un capricho, es una necesidad.
Jóvenes trabajadores exigen horarios flexibles, salud mental como prioridad, y entornos laborales empáticos. Y también están aprendiendo a decir que no a trabajos que no los respetan.
El burnout ya no es una medalla de honor. Ahora, el verdadero éxito se mide en tiempo libre, bienestar y propósito. Trabajar mucho ya no es sinónimo de hacerlo bien.